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Berridi ilustrador
El trabajo de Berridi como ilustrador comienza en los primeros años dos mil, sin embargo su interés por la ilustración data de sus inicios como artista. Es durante sus primeros años en el bullicioso Madrid de los ochenta cuando se despierta su vocación artística, que comienza precisamente con el dibujo. Sus personajes comparten la ebullición creativa de aquella época, que se nutría de los fanzines, de las numerosas revistas especializadas como La Luna de Madrid o de artistas como Ceesepe.
Cuando, después de casi veinte años, vuelve a la ilustración, Berridi ya es un artista consolidado, ya ha desarrollado una manera versátil de ver la escultura y ha puesto bases firmes a su personalidad creativa. Sin embargo, la ilustración le ofrece un campo nuevo y amplio en el que afinar algunas de sus herramientas estéticas y adaptarlas a la realidad social. Las ilustraciones que realiza acompañan generalmente artículos de opinión o editoriales por lo que su trabajo debe interpretar y acompañar el texto escrito.
Simultáneamente, por aquellos primeros años de la década de los dos mil, la dirección de su carrera escultórica, se orienta hacia lo social, hacia la representación de las multitudes que pueblan la gran ciudad; buena parte de sus obras, los bloques de madera, los mapas de Madrid, las guías de teléfonos o los buzones, simbolizan de alguna manera el anonimato de esas multitudes silenciosas que constituyen entramados repetitivos y enigmáticos en las grandes urbes.
Después de estas obras, su interés se centra en una nueva forma de figuración. Comienza a recortar sobre zinc y plomo figuras humanas y esas mismas figuras, pintadas en colores vivos, comienzan a poblar sus ilustraciones; se trata de figuras emblemáticas que en la ilustración van perdiendo detalles accesorios y accediendo a una esencialidad rápida y muy expresiva. Berridi se ha convertido en un observador de la figura humana, desde lo escultórico y desde la ilustración; Se trata de dos ámbitos que comienzan a retroalimentarse y a abrir caminos mestizos de investigación artística; Para reproducir los gestos, la comunicación y los intercambios, hace fotografías o recorta siluetas de periódicos, realiza su trabajo de campo en las grandes aglomeraciones o en las fotografías que retratan la actualidad política o deportiva; Berridi las vacía, las dota de un sentido más esencial y las universaliza; las imágenes que obtiene son genéricas y los personajes que en ellas aparecen simbolizan una impotencia típicamente contemporánea, la comunicación que no puede comunicar, el grito que no se escucha, la mirada desconcertada que no puede cambiar la realidad, las conspiraciones, los diálogos secretos.
Observamos figuras enredadas en espirales o emergiendo de cajas, presentimos conversaciones en grupos que se reúnen en extrañas salas y circunstancias enigmáticas. A pesar de esa generalización, esa descontextualización, Berridi tiene que ilustrar sobre temas concretos, reconocibles y resbaladizos, temas de actualidad, terrorismo, banderas, nacionalismo, diálogo político, feminismo, infancia. Cada semana trabaja a demanda e interpreta gráficamente los artículos de los que debe partir y que desgranan y reflexionan sobre el acontecer diario, los temas candentes, los conflictos, los problemas irresolubles, los líderes. En las ilustraciones sus herramientas creativas se van ajustando a esa interpretación fina y sutil que todo ilustrador debe conseguir, esa imagen que condense el problema y la solución, la dificultad y la esperanza.
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